Campión de la Alvear

14/07/2021 - Casa Carlitos, un emprendimiento familiar que ha superado las coyunturas para afirmarse como uno de los negocios referenciales de la ciudad. “Si volviera a nacer, volvería a elegir esto que es lo que me gusta”, dice el emprendedor.
Carlos Campión, empezó desde muy pequeño a conocer lo que era ser comerciante. Comenzó como cadete en casa “El Bambi”, lugar en el que trabajó durante doce años y creyó que era el momento de emprender algo por cuenta propia, comenzando su segunda etapa relacionado con el comercio, “Casa Carlitos”, espacio en el que lleva 29 años.
“Hoy cuento que la felicidad más grande, detrás de una conducta que he mantenido, es que han quedado amistades y ya no los cuento como clientes sino como amigos”, señaló Campión, un hombre que no le escapa a la responsabilidad y militancia institucional, entre sus otros roles.
El reconocido emprendedor cuenta con el apoyo incondicional de su señora, Marcela Blanco, que “ha sido fundamental en todo y con Karina (Poggio), que trabaja medio día, más la ayuda de su hija Lucía, en fechas importantes.
En total, lleva cerca de 40 años relacionados con la atención al público. “Toda una vida”, sintetizó antes de establecer que comenzó “cuando terminé la escuela primaria. Existía “El Bambi”, en la avenida San Martín, que era de un tío mío y de Noseda, de la zapatería “Ideal”, y me invitaron para que fuera cadete. Era una casa que tenía bazar, librería y juguetería; en ese momento, era muy famosa, estaba en pleno centro y era unos años donde se vendía de todo, de mucha demanda, sobre todo, los miércoles que era el día de los remates de Gallo Corriente, la gente venía del campo y aprovechaba a hacer todas las compras”, relató.
Campión recordó que, en ese tiempo, había mucho consumo. “La gente compraba un juego de copas y llevaba la copa de agua, de vino y todas las demás; lo mismo con los platos: playo, hondo, de postre. Se vendían los juegos completos de 80 o 90 piezas y todo de loza. Fue una época preciosa”, resumió en pocas palabras.
Después por diferentes circunstancias se vendió la firma, su tío había fallecido y su tía se retiró porque no quiso continuarlo, hasta que finalmente se vendió. Campión entendió que era el momento de emprender por su cuenta propia, dando lugar al nacimiento de “Casa Carlitos”.
El primer lugar donde montó su comercio está muy cerca del actual, siempre en calle Alvear, “me instalé en el edificio donde vivía Tinelli, en donde la parte de abajo es de Gualberto Noseda, alquilé un lugar muy pequeño y fui creciendo de a poco. Dos amigos del rubro de juguetes me dieron una mano muy grande. Insisto, era otra época donde se vendía mucho, había mucha demanda de mercadería, era justo cuando empezó a entrar todo lo importado y después, lo de siempre en este país, con gobiernos con economías malas, crisis, en algún momento anduve a los tumbos, casi perdiendo todo; pero hoy acá estoy a pesar de esos momentos difíciles”, observó satisfecho.
Hace unos veinte años se dio la posibilidad de cambiarse a un lugar más amplio, Campión expresó que antes funcionaba la pizzería de Miguelito Volpe, con quien éramos muy amigos y siempre me decía que cuando él cerrara, quería que el local fuera para mí. Eso era como un sueño y se hizo realidad, los hijos se llevaron las máquinas y yo lo alquilé. Después el local, cambió de dueño; pero yo sigo alquilando”, declaró.
En total, son más de 40 años relacionados con la atención al público, “toda una vida”, sintetizó. Un recorrido realizado “con experiencias hermosas de ver personas que se casaron, formaron su familia, que venían acá y hoy siguen viniendo; pero sus hijos. Algunos vienen a saludarme, son dos o tres generaciones que han pasado o gente mayor que, lamentablemente han fallecido, y me siento con un dolor porque eran clientes de casi toda una vida, y han sido muchos los años detrás del mostrador. Hoy cuento que la felicidad más grande, detrás de una conducta que he mantenido, es que han quedado amistades y ya no los cuento como clientes, sino como amigos”.
Por el negocio en esos años, pasaban los niños con las estampitas de la comunión que se repartía, después los 15 años de las niñas de los clientes, los casamientos y ahora siguen viniendo los nietos. “Fue una etapa muy linda y no puedo decir que me voy a arrepentir porque es mi vida y siempre trabajé de la misma manera, aunque siempre digo que hay rubros que te permiten vivir más tranquilos, no es el caso de la librería o juguetería que quedó muy relegado, porque una goma o un lápiz vale 10 o 20 pesos; pero alguien lo tiene que vender. Pero si volviera a nacer volvería a elegir esto que es lo que me gusta”, reafirmó Campión.
El rubro de librería o juguetería tiene fechas determinadas o marcadas a la hora de la venta, aunque siempre hay que estar todo el año, “el movimiento crece cuando se da el comienzo de clases o el Día del Niño, ahora ya el tercer domingo de agosto, por una cuestión económica. Estas son las fechas más fuertes, Reyes también como fin de año, aunque años atrás, se regalaba para Papa Noel y Reyes; ahora se decide por una sola fecha”, analizó sobre el cambio de hábitos.
La atención al público es todo estando detrás del mostrador, donde muchas veces, uno no sólo es vendedor, sino también amigo, sicólogo y receptor de lo que le pasa al cliente. Campión, en este sentido, agregó que “me ha pasado escuchar a personas que se abren a uno y no saber por qué cuentan sus cosas, entiendo que es porque saben que uno tiene una cultura de atención de años de la misma manera con todos y a todos los ayudé, también todos me ayudaron; pero hubo algunas personas que no se comportaron, aunque es parte del comercio”.
El comerciante cuando abre la puerta de su negocio debe dejar sus problemas afuera. Campión sostuvo que “cuando entra un cliente, no tiene por qué saber si te pasa algo, si tenés plata en la caja o no podés cubrir el banco. No hay que trasladarle nada de eso a las personas que entran a comprar. Pero a su vez, ellos vienen con un problema y uno, por lo menos, trata de prestar una oreja”.

En el análisis consideró que en los últimos diez años han cambiado muchas cuestiones y se detuvo para hacer una mención por la pandemia, que “se ha llevado gente amiga, personas muy jóvenes, es un hecho muy desgraciado. Pero hace diez años atrás, se vivía bien, había menos problemas, se daban relaciones más cordiales. Hoy por hoy, las ganas son menores porque son muchos problemas y la mayoría de las veces, uno no es quien genera esos problemas, no hay reglas claras, te cambian todo, es muy difícil”.
En el funcionamiento del negocio hay una fuerte impronta familiar. “Cuando empecé, tenía dos empleadas, que era casi como un lujo, después una de ellas se fue y quedó Karina, que está desde muy chica y debe llevar cerca de 20 años en el negocio. Ya no la puedo mandar con tantos años, es más, me manda ella a mí y hemos generado mucha confianza mutua. También mi hija Lucía nos sabe ayudar porque le gusta el negocio y atender. Ha sido fundamental porque cada vez que entra viene con otras ideas y una chispa bárbara”, a la que se suma su esposa como coequiper.
Campión Carlitos agradeció “a todos los clientes y amigos que he cosechado, sin ellos no hubiera podido seguir y después de tantos años comenzamos una relación que espero que perdure por toda la vida porque no hay un motivo para que alguien se haya sentido mal y si desgraciadamente, alguna vez hubo un error, pido perdón porque puede pasar; pero sólo tengo palabras de agradecimientos para todos ellos”.
Contacto: Alvear 25. TE 42-7692