Casas pone los vínculos en el centro

01/04/2025 - La psiquiatra analiza los cambios de la profesión, las adaptaciones a una sociedad en plena transformación, en donde más que fármacos, se necesita fortalecer el bienestar de las personas, donde el tiempo de calidad es fundamental.
Andrea Casas es psiquiatra. Define los cambios de época de la profesión, la sociedad y la legislación, y plantea los problemas que se hacen más frecuentes en el consultorio.
Al momento de analizar la actividad en un cambio de paradigma social en el que ni siquiera los actores conocemos las certezas que nos han caracterizado. Casas define que “lo estamos construyendo, porque desde que me recibí, empecé a trabajar en el Hospital Moyano, un centro psiquiátrico, de formación dura, neurológica, con enfermedades graves, los que recibían mucha medicación, a la sociedad de hoy, las consultas han cambiado drásticamente. Actualmente se consulta por la angustia vivencial, los vacíos existenciales, los vínculos, las frustraciones y la sensación de insatisfacción, por lo que se tratan de situaciones que no requieren medicación, sino para poder conversar, derivar en una terapia o en una serie de entrevistas; a veces se plantea que, ordenando alguna de esas cuestiones, podemos pasar de 4 o 5 fármacos a uno solo. Por eso, en el tiempo que he sido profesional, la psiquiatría de entonces ya parecería casi obsoleta”.
Como lo plantea el filósofo Byung Chul Han, no podemos sobrevivir al mundo actual sin medicamentos, pero no existe una pastilla para todos los males. Casas reafirma que “es así, aunque vaya en contra de nuestra historia, no hay una pastilla para resolver problemas. En la psiquiatría con la que me formé, uno aprende diagnosticando en el patio, con mucha farmacología; y con el paso del tiempo uno se va nutriendo también de otras disciplinas”.
La médica analiza el enriquecimiento que ha tenido la profesión en los últimos años, “es algo que ha cambiado junto al concepto de salud mental, en 2009, con la nueva ley. Nosotros nos regíamos en el caos, por ordenanzas y artículos que generalmente eran del gobierno de la ciudad (CABA), que decían lo que teníamos que hacer. Por ejemplo, antes el SAME encontraba alguna situación de calle y se realizaba una internación en un psiquiátrico. Hoy tenemos internación voluntaria e involuntaria, no podemos decidir sobre la libertad de una persona, necesitamos de un equipo de trabajo, el concepto de salud mental se volvió algo más integral en el que interviene un Juzgado, el médico clínico, el enfermero, una trabajadora social, un psicólogo… éramos dueños de la palabra. Hoy es mucho más que un diagnóstico, es un proceso conjunto”, define la profesional.

En el proceso de profunda transformación social, un auténtico cambio de paradigma, ha requerido una observación dentro del consultorio. Explica que lo reiterado es “ver gente con falta de tiempo de calidad, y le robo el concepto a alguien: hoy el millonario no es el que tiene mucho dinero, sino el que tiene tiempo. La mayoría de nuestras consultas son los trastornos de ansiedad, la angustia, la dificultad para vincularse -especialmente con los hijos adolescentes- y con los niños en general”. Pero se presenta una dicotomía entre la necesidad de hacerse tiempo de calidad y ganar dinero para la subsistencia, a lo que Casas responde que “algo hay que resignar, la vida es una sábana corta, te quedan afuera los pies o el torso, por lo que yo les digo a las familias que hay que resignar dinero. Se trata de una respuesta clara, porque el rollo es nuestro, y yo soy mamá, pero les queremos dar todo, que tengan lo que nosotros no tuvimos. Y lo que le tenemos que dar a nuestros hijos es tiempo, de calidad, con la palabra, compartir, dialogar, dar espacio para la escucha y la expresión; esa es la herencia más grande que les podemos dar”.
Ya entrados en ese terreno, se plantea la diferencia generacional de esos miedos que se observan en la consulta. Son cuestiones muy diferentes, “el adolescente vive un mundo en el que está construyendo su personalidad, desde la neuroanatomía todavía no armó corteza cerebral, que es la parte madura y evolucionada nuestra. Cerca de los 20 años ya tenemos la corteza con la que vamos a tener que arreglarnos toda la vida; por eso en la adolescencia son tan importantes los vínculos con sus pares, porque nosotros como papás, casi que les molestamos, necesitamos esperar a que ellos tengan ganas de hablar. Y cuando sucede, hay que dejar todo y hacerlo, porque no es cuando nosotros queremos o podemos, porque el adolescente vive muy angustiosamente los conflictos con sus pares, lo que se multiplica mucho porque manejan redes en donde se publica una foto o no le ponen un me gusta, porque en el Whatsapp los sacaron de un grupo, esos se transforman en sus temores, y nosotros inmersos en nuestros problemas, quedamos lejos de ellos”. La cuestión es que también comienza a afectar a los mayores ese tipo de situaciones, a lo cual propone que “aprendamos a separar, porque nosotros no nacimos con ello, tendríamos que aprender a separar nuestro mundo del trabajo de casa”. La profesional entiende que “el mundo nos vende cosas a través de la virtualidad, es algo más rápido, que no nos deja pensar, y lo ves en las compras que hacemos, sin revisar demasiado”.
Un factor que suele estar vinculado a los tiempos transmodernos, a pesar de las ciudades y la red de comunicaciones, es que las personas sienten soledad. Casas infiere que “hay un cambio de paradigma en el rol de la mujer en los últimos años, y eso hay hecho tambalear el mundo social. Ahí, ante las nuevas necesidades de la mujer, y ya no es el sostén incondicional de toda una red social, y eso ha movilizado mucho al mundo emocional. Ahora se abre la posibilidad de generar vínculos sanos, y no desde la dependencia; nosotros como latinos somos de tener muchos lazos basados en la dependencia, por eso cuando se rompe o cambia un vínculo -por ejemplo, que los hijos se van a estudiar, se mudan o hay una separación- nos sentimos solos. Aquí se trata de hacer un nuevo proceso, un aprendizaje para estar bien con uno mismo, y después uno puede tener mejores vínculos con el resto”.
En una situación de transmutación como la que vivimos, Casas interpreta que “ante los cambios tenemos que ver cómo adaptarnos o ver el mejor formato que vamos a poder tener con ellos. A veces hay que usar una muletilla: nunca llegar a los extremos. A veces me encuentro con personas que dicen querer tener independencia, pero tienen hijos, y uno debe tener responsabilidades sobre ellos, dedicarles tiempo. Como consejo práctico, se trata de no llevarnos a los extremos, al todo”.
Sobre el final del camino se encuentran los adultos mayores, con sus situaciones y sus vínculos. Para Casas, “sus problemáticas suelen tener que ver con los hábitos que ha tenido a partir de su juventud, desde tener amistades, ir a un club, relacionarse con los vecinos, hacer deportes, tener cuidado físico del cuerpo. Por otro lado, tenés quienes han vivido para otros, con una mala alimentación, sin un cuidado de sí mismo, y ahí nos encontramos con personas muy insatisfechas, enojadas, tristes o quejosas, que por más hijos que tengan, no hay uno que quiera ir a recibir eso. Pero también suele haber uno que se ríe de la situación, del dolor de cadera, de llevarlo a tomar un café con alguien, y eso hace que el vínculo se convierta en algo más agradable”.
Como “amante de la medicina y la ciencia, también sugiero que la gente debe buscar un bienestar con criterio, sabiendo donde uno pisa. Porque cuando no estamos bien podemos comprar cosas que no necesitamos, nos enojamos o tenemos vínculos que no son sanos. El capital más importante de una persona es el bienestar”. Aunque ello lleva a revisar los vínculos que sostenemos, “antes, en términos históricos, los matrimonios se arreglaban, como si un vínculo se pactara de acuerdo a determinados intereses”. Con el paso del tiempo, romanticismo de por medio, las cuestiones cambiaron, “y hoy ya estamos más cerca de la filosofía oriental, en esto de la construcción, ya no podemos estar atados a los compromisos de un me enamoré y tenemos que estar para siempre. Ahora hay que construir, hay que revisar, conversar, comunicarnos sobre cómo están nuestros vínculos”.
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