Despensa Abril: marketing, comercialización y servicio

23/05/2025 - Darío Farré hace 20 años que abrió su comercio de barrio, trata de garantizar todas las demandas de sus clientes, agregando productos, logrando competitividad en precios, aplicando técnicas de marketing y forjando una buena atención. Ha logrado competir con los grandes supermercados.
Darío Farré nació en Lamadrid, luego se mudó a Olavarría, en donde se dedicó al comercio mayorista como empleado. Allí conoció a su actual esposa, María Méndez, a quien decidió acompañar a nuestra ciudad.
Trabajó de lo que pudo mientras ella ejercía su profesión como enfermera, “sea de albañil, con las colmenas, pintando casas, remisero, carpintería, hacíamos rosquitas, vendíamos purificadores de agua, todo lo que pudimos hacer”, relata. “Mientras Mari trabajaba en el hospital, yo iba haciendo nuestra casa aquí mismo; mi bunker era el galponcito del tío Omar (a media cuadra)”, y una tardecita, tomando mates en la vereda, conversando con los vecinos visualizó que en la esquina donde vivía, siempre había funcionado un almacén, “así que era una oportunidad”. “Hice toda la obra, desde albañilería a electricidad, y de mi suegro (Rulo) tomé todo lo que no usaba como albañil, así que con las reglas y los tablones armé todos los muebles del local. Todo con muy poco dinero, tenía que comprar muy poco -incluso la heladera, era la de nuestra familia-, así que, si vendía dos paquetes de harina, me iba en la bici a lo Felice y la reponía, tenía cuatro o cinco botellas de Coca, y al venderlas, me iba a lo de Casquero. Así arrancamos el 2 de mayo de 2005”.
Rescata la actitud de la gente del barrio, “pasaban y me decían, supongo que no tenés tal cosa, sino voy a otro lado, y se iban a otro almacén, porque todavía no llegaba a comprar. Así que el negocio lo fue armando la gente, sobre la demanda”.
En un espacio de pocas dimensiones, Despensa Abril -en honor a su hija- tiene prácticamente de todo, “la premisa es -dice- ofrecer lo que la gente quiere. El proveedor viene con una lista enorme, yo elijo en base a lo que voy a vender”. Farré destaca que ha trabajado en empresas mayoristas de primera marca, “eso me permitió acceder a muchos cursos de formación en técnicas de comercialización. Uno está muy limitado en las ideas, y cuando vas a esos encuentros, descubrís otro mundo, porque hay una ciencia en el comercio. La venta es una transmisión de entusiasmo, hoy la gente no viene a buscar pan para alimentarse, algo para comer, hoy vienen por otra cosa, porque pan hay en todos lados; el plus es lo que yo tengo que vender. Yo tengo vecinos almaceneros, si está muy apurado va al más cercano, si quiere precio y rapidez viene conmigo, y si tiene tiempo y quiere evaluar opciones, va al supermercado; por lo tanto, las necesidades básicas ya están en un segundo lugar. Yo necesito saber ¿qué busca mi cliente?. Puede ser que venga a charlar, a llevar algo rápido, a que le anote”.
“Yo tengo la máxima de empoderar al cliente, tengo mucho respeto por ellos, que decidan en valores y productos. Es una relación mutua la que tenemos, por supuesto que necesito el dinero, lo veo más como altruismo que por un interés de partes, por eso creo que es puntualizo el servicio”, señala.
En su mirada amplia de la vida comercial y personal, Farré observa que “actualmente la gente sufre más por no poder pagar internet que pagar una mutual, o entre una leche y un atado de cigarrillos, van a priorizar los últimos; más allá de la ponderación ética, como comerciante uno tiene que considerar cuál es el interés de la gente, y ahí sobresalir. Es normal ver que una persona gaste $ 35.000 en Coca y Fernet y lo hace contenta, pero el mismo valor en remedios lo enoja. Hay una trastocación de valores, donde lo primario de la vida ya es secundario”.
A la hora de analizarse, explica que “una filosofía que hago es no esperar al domingo para estar bien, yo me mentalicé que los siete días son parte de mi vida, no tengo que tener vacaciones o franco para estar bien. Eso la gente lo percibe, es un valor agregado a lo que hago”. Otro aspecto es que, en un negocio como estos, “uno tiene que estar dispuesto al aprendizaje, uno tiene que capacitarse, como también escuchar a los clientes, incluso la misma empresa proveedora te da información”.
Cuando se evalúa su nivel de competitividad en cuanto precios dice que “yo trabajo de 8 a 22 horas, ahora es una cuestión de servicio, no de ganar dinero. Aquí ganamos todos”. La clave en lo que se ha hecho es “ser amigo del proveedor, ellos saben todo, desde la competencia en el barrio o el súper. Ellos tienen ofertas, promociones y oportunidades, como aprovechar mercadería que yo voy a vender antes del vencimiento, pero para ellos será un problema. Entonces ahí yo puedo ganar dinero sin recargar a los clientes, o incluso mejorando sus precios. He podido acceder a productos que, por cantidad, solamente pueden admitir los supermercados, entonces compramos con algún otro colega. Es clave tener buena relación con el proveedor, ninguno viene a hablar mal de otro, simplemente una relación de confianza. Algo que también da ventaja es que yo compro todo contado, no tengo ninguna financiación, y eso ayuda a su comisión como vendedor. Por último, si la empresa te ofrece una bonificación, se le traslada al cliente, prefiero que tenga ese beneficio”
Manifiesta que le “gusta ganar bien, pero es algo que lo tiene que pagar el proveedor y no el cliente”, y que, en el trato comercial, “la psicología es muy importante, desde la música que ponemos en el local a la distribución de productos, y esto de estar bien, porque el entusiasmo se transmite”.
Contacto: Saavedra y Bolívar