El Vasco de las motos

19/08/2025 - Zabaljauregui es sinónimo de motos y velocidad. Julio tuvo de maestro a su padre, una pasión que heredó, sostuvo y afianzó con el tiempo. Con 67 años de actividad son varias las generaciones que han establecido un vínculo con el taller.
Esbel “Vasco” Zabaljauregui, en el año 1958, se vino de Tapalqué a Bolívar. Se instaló en el actual domicilio donde funciona el taller de motos. Antes de llegar a la ciudad, trabajaba en una rectificadora, se casó y decidió mudarse a nuestra ciudad. Desde ese entonces, funciona el taller, que tuvo continuidad con Julio, uno de los tres hijos del “vasco”.
Julio, fue el único de los hijos del matrimonio Zabaljauregui que nació en la ciudad. A sus hermanos, diez y nueve años más grandes, les gustaba el campo, ya que “mi abuelo estaba como encargado en una estancia, en Tapalqué. Cuando él se jubila, se viene a vivir a Bolívar y ahí nací yo, por eso, siempre me relacioné más con el taller y no con el campo como mis hermanos”.
“Desde que nací, estuve toda mi vida en el taller, viví el motociclismo de otra manera que mis hermanos y siempre estuve cerca de mi viejo en todo paso que daba”, reflexionó Julio.

En el año 2002, falleció el padre de Julio y tomó las riendas del taller de motos. Pero su pasión por los fierros se remonta mucho más atrás en el tiempo. “Recuerdo que iba a la escuela primaria y desarmaba y armaba la bicicleta, fue con lo primero que empecé a experimentar. La pintábamos porque estaba de moda la bicicleta de tres colores y, como no la podíamos comprar, la hacíamos nosotros mismos. Le poníamos las rueditas con tacos porque íbamos a correr a la plaza de la escuela Nº 2 hasta que el placero nos sacaba. Ahí estábamos todo el día corriendo en bicicleta. También, me acuerdo que siendo chico, entre los años 80 y 90, mi papá traía las motos Zanella 50 CC de Olavarría, del concesionario oficial Alberto Cuervo y yo era el encargado de ponerles el canasto, espejos, pedalines y dejarlas listas para arrancar”.
El taller siempre estuvo contiguo a la casa familiar de los Zabajauregui. “La parte delantera del taller era el garaje de la casa. Mi padre, al poco tiempo, hizo un galpón en la parte de atrás y cuando yo empecé a trabajar con él, yendo a la escuela secundaria, juntamos el garaje con la parte del galpón para anexar el sector de repuestos. Y la modificación que hice más adelante, fue agrandar el taller al doble”.
Julio, tuvo como maestro a su padre, con quien se formó en el taller. “Fue toda una vida de aprendizaje a su lado, también he hecho cursos; pero todo fue de la mano de él”, sintetizó.
Además de la reparación de motos, Julio compartió con su padre la pasión por la velocidad y las carreras. “Él se dedicó a la competición y luego, lo hicimos juntos durante muchos años, por eso, es que era mucho el tiempo que estábamos juntos, no sólo en el taller, sino también, en las carreras”.
Sobre la parte deportiva de Julio, ligada a su padre y al taller, desde chico quiso incursionar en el mundo de las competencias, así fue que su padre le compró una Zanella 50 cc. para arrancar en el año 1987. “Como andábamos relativamente bien, la fábrica Kirdy, por intermedio de Gentile Hermanos, nos vendió dos motos a pagar en cuotas; pero como salimos campeones en dos categorías y con sólo 20 días de diferencia, ganando 17 de 22 carreras, entonces, la fábrica nos nombró como equipo oficial e iniciamos una muy buena trayectoria dentro del motociclismo”, recordó.
Luego del 2001, con la crisis económica y el fallecimiento de su padre, al año siguiente, Julio se bajó de la moto de competición y se dedicó exclusivamente al taller. “Igualmente, siempre estuve ligado a las carreras hasta que llegó el Dakar a la Argentina, fui a verlo, me enloquecí, armé una moto y volví a la actividad. Todavía me sacó las ganas con una moto de rally”.
El taller para Julio es su vida, es todo. “Es un lugar donde realmente me siento feliz, si tengo algún problema vengo para acá, aunque sea sólo y es un cable a tierra. Para mi es una pasión, yo les digo a los chicos que una cosa es que te guste y otra cosa es tener pasión por algo”.
En relación a las transformaciones del negocio, sostiene que “tiempo atrás, estaban las motos de dos tiempos y luego, por el tema de contaminación, en el año 2011 como que hubo un clic y se pasó a las motos de cuatro tiempos para reemplazar a las anteriores. Fue un cambio generacional importante que se mantuvo porque, en la actualidad, no son tan grandes las variantes, más que nada, cambia la cuestión electrónica. Recuerdo que, en ese año, Zanella tuvo que empezar a traer motos de afuera porque no podía fabricar la vieja Zanella 50 o la RX de dos tiempos”.
Sobre el trabajo, el único cambio que se nota es que “ahora lleva más tiempo, porque al ser motos de cuatro tiempos tienen mayor cantidad de repuestos en el motor”.
Julio siempre trata de tener a otra persona trabajando en el taller porque “muchas veces se complica el trabajo, cuando hay mucho; pero también hay cosas que me gustan hacerlas solo”.

Además del taller para motos de calle, se hacen los service oficiales a diferentes fábricas y la puesta en marcha a negocios que venden en Bolívar. No sólo es reparación, sino también, venta de repuestos. Hoy el fuerte del taller pasa por las motos de calle y sólo trabaja en la parte de competición para amigos, en lo que es la categoría Enduro. “Cuando he salido afuera de mecánico, como en Ruta 40, sólo a conocidos y en lo que son motos y cuatriciclos”, sostuvo el Vasco.
El taller se encuentra en calle Pellegrini 254 y como lo definió Julio “el viejo motociclista sabe el lugar” y agregó que, en cuanto a los clientes de años, “se da que han pasado diferentes generaciones: venía el padre, después el hijo, el nieto y eso está bueno porque el vínculo con el cliente para a ser de amistad”, finalizó.