Motoquero y maderero hay uno

Motoquero y maderero hay uno

20/09/2025 - Rubén “el Gordo” Lemos halló en la carpintería un propósito de vida. Luego llegó la docencia, el crecimiento profesional, su pasión por las motos, y hoy una maderera que es el punto de partida para cualquier emprendimiento local.

No es de sacar muchas cuentas, pero sostiene que son más de treinta los años desde que comenzó una actividad que dio vuelco a su vida, y la definió para siempre. Se dice que tocar madera es de buena suerte, y eso le ha sucedido a Rubén Lemos en su rica existencia de vida. Para los celtas, la definición está vinculada al agradecimiento a la naturaleza por la fuente de vida que representan los árboles.

El Gordo” tiene como punto de partida la rica barriada de la Escuela 7, ahí donde Villa Juana y la placita hacían de lugar de encuentro para niños y jóvenes que comenzaron a socializar en comunidad.

Lemos recuerda su niñez con libertad, “yo vivía a media cuadra de la escuela, nos pasábamos el día en calles de tierra con canales de agua, jugando a la bolita o remontando barriletes. Yo no sé si estaba bien, pero hoy veo a los chicos todo el día con el celular”. Interpreta que “en la canchita de fútbol que estaba en la esquina, nos juntábamos todos, como ir al parque o al hipódromo a cazar pajaritos o ranas”, todos juntos.

Dice que no gozaba de estudiar mucho, así “que fui a la ENET, la que funcionaba en el edificio de la calle 25 de Mayo. Ahí lo que me gustaba era carpintería, donde tuve como maestros a Felipe Iriguren y Mario Agrelo, y ahí terminé el Cuarto Término”, que era un título intermedio. Después le tocó “hacer la colimba, fui Infante de Marina en Punta Alta”.

Por ese entonces la fuente de sustento “estaba en la feria, ahí me dedicaba a abrir las tranqueras y apartaba vacas, todo por la comida y algo que cobraba”. Un poco después, con otro egresado de la Técnica, Néstor Asín, “comencé a complementar la carpintería con ese trabajo en la feria, hasta que finalmente me independicé”.

Por ese entonces, el carpintero Lemos se movilizaba en bicicleta con el cajón de herramientas, “y si había que llevar algo, pagaba fletes o enganchaba a algún amigo”. Por esa época había iniciado su propio espacio, en el barrio de la Escuela 6, “en lo de Leiva, donde no tenía ni baño, así que tenía que ir al Club El Fortín. Poco después me fui a la casa de mi madre, en Alberti y Santos Plaza, más tarde pude comprar en la calle Castelli”. Comenzando la década de 1990, “eran mejores épocas, hasta que finalmente, alrededor de 1993 ya compré el local actual”.

En cuanto al desarrollo comercial, Lemos interpreta que la fortaleza ha consistido “en trabajar y ahorrar, no tenía horarios, podía estar hasta las dos de la mañana y arrancar a las seis; siempre he sido muy responsable con el trabajo, podía pasar un precio, y yo lo respetaba, aunque me hubiera pisado e iba a pérdida. Pero eso era una referencia para que se lo transmitieran a otro cliente, y lo cuidé mucho”.

Otro aspecto que hace a la vida del carpintero es la educación. “Al salir del servicio militar, un día voy a la ETIN (la exposición anual de la escuela técnica). Ahí el portero me dice que el director, Mario Oguiza, quería hablar conmigo. Un día me van a buscar a la carpintería para una reunión, fui a ver y me propusieron ser maestro de taller, lugar que acepté y estuve durante treinta años de suplente de Agrelo, quien se había mudado a Mar del Plata. Terminé jubilándome durante la pandemia”. Respecto a esa experiencia, define que “era algo que me gustaba mucho, el enseñar y conocer muchísima gente, de las cuales, algunos terminaron siendo mis clientes. Se daba otra relación con los alumnos, me fui cuatro años a Bariloche con ellos, era común comer asados, hacíamos las carrosas para el Carnaval que se hacían en la plaza de la Escuela 6. Yo llevaba a los chicos a todos lados, algo impensado en los días de hoy”.

Siempre, Lemos ha sido una persona muy vinculada a las motos en Bolívar, otra de sus enormes pasiones. “En 1998 realizamos el primer encuentro de motos; en ese entonces el intendente era Juan Carlos Simón. Él creía que yo estaba loco al intentar hacerlo. Yo iba a todos los encuentros, me había hecho conocido, y fue toda una devolución el éxito de los encuentros que se hicieron durante quince años”. El primer encuentro tuvo cierta resistencia social, “recuerdo que iba al banco, de diez dos me felicitaban y ocho se enojaban; pero después, viendo la movida comercial que se generaba, estaban todos de acuerdo”.

Destaca el apoyo municipal en las organizaciones iniciales, “fue muy importante la participación de Alfredo López y Alfonso Pinto; pero con lo recaudado en el primer encuentro, y el apoyo de la Cooperativa Eléctrica, pudimos generar la iluminación del parque por primera vez”. Eso se hacía con lo recaudado en la cantina, que, además de la Municipalidad, la tuvieron la Guardería Municipal, el Hospital y los Bomberos Voluntarios, recuenta.

Entre su enorme bagaje de historias, hay una que no debe saltarse, que es la devolución que tuvo el año pasado del mundo motoquero. El 14 de septiembre de 2024 le hacen un encuentro sorpresa, en el que fueron sumándose invitaciones confusas entre familiares y amigos complotados. “Me dicen, vamos a comer a la Cabeza del Buey, y me llevan. Cuando llego empiezo a ver un montón enorme de motos; yo no me doy cuenta, y cuando entro al local veo a todos mis amigos”. El evento sirve de disparador de anécdotas que fueron juntándose, junto a las amistades, a lo largo de una vida en las dos ruedas.

Compara el fútbol con el motociclismo en la hermandad que se genera alrededor de las motos, en el que conviven todas las actividades, sexos y cilindradas, “llegaba el sábado y nos poníamos un pañuelo en la cabeza y salíamos a la ruta”.

Retomando a la historia emprendedora, evalúa que “he pasado por todas las posiciones políticas; hoy está muy difícil, no podría comprar nada de todo lo que tengo. Actualmente uno labura treinta años para tener una jubilación con la que no podés vivir para nada”. Respecto a la carpintería, “hoy con los muebles de melamina, la mayoría son armadores de muebles, el oficio está en crisis”.

Considera que su negocio se ha concentrado en la maderera, una reorientación que fue dándose con el tiempo, proveyendo materias primas para el gremio, fundamentalmente la albañilería.

Contacto: Rondeau 480, TE 2314 62-1756

Compartí esta noticia

También te puede interesar: