Sirva otra vuelta pulpero

Sirva otra vuelta pulpero

31/03/2025 - Juan Carlos Urrutia es sinónimo de la Pulpería Mira – Mar, un establecimiento comercial que se inauguró en 1890 en manos de su bisabuelo. Además de comidas típicas y tradicionales ofrece un mini museo y un relato de la historia del lugar.

Es una de las pocas pulperías que resistió el paso del tiempo, llena de anécdotas, historia y, por sobre todas las cosas, con una carga emocional desde lo familiar, que remite al apellido Urrutia, Juan Carlos, en este caso.

Para indagar sobre los orígenes de la pulpería, nos tenemos que remitir al siglo XIX, más precisamente al año 1882, cuando el bisabuelo de Juan Carlos, llegó a la zona y cerca de la pulpería, en el Parque La Colorada, abrió un almacén de ramos generales. Luego, compró 30 hectáreas y en 1892 se instaló en Bolívar. Ahí, empezó la construcción de la pulpería, para trasladarse en el año 1890, donde permanece, en ese mismo lugar, hasta el día de hoy. “Por ahí pasó mi bisabuelo, luego mi abuelo, tíos – abuelos, mi padre con cuñados y hermanos, mi padre solo y ahora, sigo yo con la herencia de la pulpería”, recordó.

La posta la tomó en el año 2007 cuando organizó la primera comida, porque “pensé que, ya que me viejo se había sacrificado tanto por la pulpería para darla a conocer a la gente, quise que eso no se pierda y fue así que empezamos de a poco, con la idea de seguir adelante por mucho más tiempo”.

En sus comienzos, surgió como un almacén de ramos generales, algo característico de aquellos tan lejanos tiempos, luego se convirtió en una pulpería; pero siempre manteniendo la esencia. Urrutia graficó que “se mantiene todo igual desde su origen, las paredes, por ejemplo, las restauró con materiales antiguos y tratando de no alterar nada de su origen. Tiene paredes de 54 centímetros, está asentada en barro, los revoques también, tirantes de pinotea, es un espacio de 17 metros por 15, bastante grande y trato de que siga así”.

Consultado si cuesta mantenerla como era desde su origen, en cuanto a la infraestructura, respondió que “lo más difícil es conseguir los materiales porque son antiguos y también, otro tema es que, al no generar los ingresos económicos suficientes, cuesta mantenerla”.

La pulpería es conocida por fuera de los límites de Bolívar, llama la atención a los turistas que vienen y vuelven a pasar cada vez que pueden, no sólo de Buenos Aires, sino también del extranjero. Además, es una de las pocas pulperías que quedan en el medio de la pampa húmeda: “No sé cuantas quedan, hay un libro sobre pulperías de la provincia de Buenos Aires que contaba entre 26 y 27, algunas sufrieron bastante modificaciones con respecto a su aspecto de origen, sobre todo, las más cercanas a Buenos Aires. La nuestra, la tratamos de tener lo más fiel posible a lo que fue en los años de su iniciación; pero entiendo que no hay muchas más”.

La pulpería fue saltando obstáculos para mantenerse siempre en pie, aunque sin duda, uno de los pilares de que siga viva, tiene que ver con el amor y la pasión de Urrutia para seguir con lo que iniciaron sus familiares y que no se apague la llama. La misma, siempre se mantuvo abierta y brindando un servicio a los pobladores rurales. Urrutia recordó haber pasado “algunas inundaciones como la de los años 1985 y 2012; pero siempre se mantuvo abierta.

Sobre los visitantes que se vuelcan por el turista rural, la pulpería ha recibido gente de Alemania, Japón, Austria. Juan Carlos mencionó una anécdota con una pareja de japoneses que estaba en Bolívar, “me llamaron de Turismo para llevarlos a la pulpería sin saber si hablaban castellano, por suerte, uno de ellos si manejaba el idioma y llegaron a emocionarse, tanto la japonesa como mi mamá, que en ese entonces vivía, que lloraban las dos. Les llamó mucha la atención el lugar, el espacio, lo verde y lo tradicional”.

La pulpería, además de ofrecer comidas típicas como picadas, empanadas y sándwiches, es también una especie de libro que permite recordar la historia del lugar y del paraje. También, se ha convertido en un museo porque se pueden observar muchas cosas antiguas; “hay desde herramientas hasta mercaderías que eran del almacén de ramos generales de 1800. Sobre la parte histórica, primero empezaron las chicas de Trilogía Viajes con quienes hacíamos un recorrido y ahora, eso lo hago yo para que sepan algo más de la pulpería”.

Sobre lo que representa la pulpería para Urrutia, expresó que “mi papá tuvo una enfermedad que era como atrofia del cerebro y mucho fue por el mal momento que pasó cuando el almacén de ramos generales no trabajaba, entonces, yo me propuse que la gente conozca la pulpería y que siga existiendo hasta que podamos tenerla. Espero que mis hijos, que están estudiando agronomía, algo referente al campo, pueden continuar con esto”.

 

El no ir a la pulpería, es como un vacío en la vida Urrutia y lo expresó de la siguiente manera: “a veces la abro solamente y estoy con el vecino de enfrente; pero tengo que estar ahí, no puedo estar dos o tres días sin ir o no abrirla”.

Quizá en el día a día, Urrutia no toma dimensión de lo que significa mantener viva una pulpería con tanta historia y con un legado familiar muy fuerte que ni las inundaciones, ni los malos tiempos pudieron vencer, “no me voy cuenta porque la abro todos los días; pero se me genera una sensación que se relaciona con eso cuando va gente y comenta cómo está el lugar, cómo hago para su mantenimiento, ahí es como que caigo en lo que representa seguir con la pulpería”.

La pulpería de Mira – Mar está abierta de martes a viernes, a partir de las 18.30 horas en verano y en invierno, a partir de las 16.30. Los sábados, al medio día. Para llegar, hay que tomar el camino viejo, que se conoce como la ruta 50 vieja que une Bolívar con Carlos Casares. Es un camino de tierra que, por lo general, está en buen estado.         

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