Justo el afilador
Rodríguez es porteño, heredó el oficio de su padre, y a través del mismo, a bordo de su bicicleta, ha recorrido gran parte del país. Hace dos décadas recaló en Bolívar, ahora se dedica a visitar en forma itinerante las localidades vecinas. Su siringa es el clásico sonido anunciador de su presencia por las calles.